Ha pasado muchas veces: un medicamento concebido con un fin acaba siendo útil contra un problema diferente, de forma imprevista. Así ocurrió, por ejemplo, con la viagra. La compañía biofarmacéutica Pfizer desarrolló un fármaco para tratar la angina de pecho que se mostró ineficaz, pero los hombres que lo tomaban se negaban a dejarlo, porque resultaba ser el mejor remedio contra la disfunción eréctil. Había nacido la famosa y lucrativa pastilla azul.
A veces, los científicos sospechan que algunos productos tienen consecuencias inesperadas sobre la salud y se lanzan a investigarlos, para ver si dan con otra viagra. El último ejemplo de este tipo lo encontramos en un estudio del Instituto Karolinska (Suecia), que ha descubierto que las mujeres que toman anticonceptivos orales (“la píldora”, en adelante) durante siete años o más tienen un 19 % menos de posibilidades de padecer artritis reumatoide en el futuro.
La píldora protectora
Los especialistas suecos compararon los historiales clínicos de 2.809 mujeres con artritis reumatoide con los de 5.312 mujeres seleccionadas al azar entre el resto de la población.
Descubrieron que las que habían tomado anticonceptivos orales en algún período de sus vidas presentaban menos riesgo de sufrir esta enfermedad autoinmune que aquellas que no lo habían hecho nunca. Y que entre las que los consumían en el momento de la investigación, el peligro era un 15 % menor.
Pero ¿por qué protege tomar la píldora? Los autores del trabajo admiten no saberlo y señalan la necesidad de seguir investigando para descubrir los mecanismos biológicos que subyacen a este fenómeno.
La clave podría estar en los cambios hormonales provocados por las pastillas anticonceptivas, que se elaboran con mínimas dosis de dos hormonas –estrógeno y progesterona–, cuya función es impedir la maduración de los óvulos o que los espermatozoides lleguen al óvulo y lo fecunden.
Los investigadores del Instituto Karolinska también han estudiado si la lactancia materna protege contra la artritis reumatoide, algo que se sospecha desde hace años, pero no han hallado vínculo alguno entre esa práctica y un menor riesgo de padecer la enfermedad.